Las nuevas plateas
Ayer cumplió siete años un vecino del que desconocía su existencia, Hugo. Y es que sus padres, con dos sábanas blancas que anunciaban el aniversario y nombre, se encargaron de que todo el vecindario le hiciésemos el día algo más agradable; le cantamos hasta tres veces el cumpleaños y el pequeño irradiaba felicidad.
Los balcones se han convertido en las nuevas plateas de los teatros, en las nuevas barras de los bares y en los nuevos bancos del parque. Reconocedme que, ahora, hasta conocéis a los vecinos de enfrente, a aquellos a los que nunca les habíais puesto cara y, menos aún, visto con esa prenda tan cómoda pero íntima como es el pijama.
Pero lo mejor no es que estemos usando las terrazas como zonas de esparcimiento y ocio, eso ya llegará si el confinamiento se prolonga y aterriza por fin esa primavera que El Corte Inglés no ha traído. Lo bueno es que nos hemos conocido haciendo algo solidario.
En estos tiempos no se lleva lo de construir graneros juntos o sacar las sillas al portal para pegar la hebra. En estos tiempos consideramos como amigos a gente que nos da “ likes ” aunque viva en el otro extremo del mundo y sin embargo somos incapaces de cruzar el rellano para pedir sal.
Por suerte, ese bien entendido aquelarre de aplausos nos ha unido a los desconocidos. ¿Existe una solidaridad mayor que encontrar una causa común con miles de gentes de la que no sabemos nada? Salir a aplaudir cada tarde a las ocho es, para la mayoría de nosotros, la gran distracción del día y, aunque pueda resultar extraño, es lo mejor que hacemos cada día.