Poco nos pasa


Llegados a este punto, os voy a ser sincero. Estaba convencido de que después de esta pandemia seríamos mejores personas, de que habríamos aprendido de nuestros errores y de que no volveríamos a repetirlos, al menos en cierto tiempo. Pero me equivocaba. 

El hilo del que pendemos es tan fino que romperlo sería algo tan hacedero como respirar; no podemos retroceder ni para coger impulso. El mundo de certezas que teníamos se ha derrumbado como un castillo de naipes, hemos descubierto que la tecnología y la modernidad no nos hacen invulnerables porque cada fallecido es una familia rota, decenas de amigos destrozados y cientos de sueños truncados. Nunca había sido tan sencillo salvar vidas y tan fácil acabar con ellas. 

Una de las cosas que pensaba que no volvería a suceder es que íbamos a utilizar las banderas como armas arrojadizas, porque amparándose en ellas se han cometido autenticas atrocidades a lo largo de la historia. Sin embargo, he visto utilizar a la rojigualda y a la tricolor para luchar contra la democracia.  

Fotografía: R. García/EFE

No entendí que se pudieran celebrar las concentraciones del día 8 de marzo y tampoco entiendo las de estas últimas semanas. Y es que quienes criticaron unas por riesgo de contagio ahora secundan otras, y viceversa, claro.

Es imposible explicar a los más pequeños que una pancarta, una bandera y una cacerola te hacen inmune a un virus que les ha tenido sin poder salir de casa durante más de dos meses. Este es el triste ejemplo que estamos dando a quienes nos han dado una verdadera lección. 

Estoy harto de ser rehén de las ideologías, de que me llamen tibio por no odiar a los que no piensan como yo y de que unos expendan carnets de buenos españoles, y otros de buenos demócratas.

Debemos utilizar nuestra bandera para levantarnos juntos, sin distingos. Si tanto queremos a España debemos usarla para unir y no para dividir. En fin. Poco nos pasa.

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