Rectificar es de sabios
Imaginemos que el partido ganador de unas elecciones municipales no gobierna. Imaginemos que el segundo y el tercero pactan y, por matemática democrática, suman más votos y concejales que el primero. Imaginemos que las profundas diferencias que dividen al segundo y al tercero se superan por lo que ellos consideran un bien mayor. Imaginemos que ambos piensan que si gobierna el primero el daño que puede sufrir la ciudad será irreparable. No hay que imaginar mucho, porque me estoy refiriendo a lo que ocurrió en Cartagena en junio de 2015 y, hoy hace un año, en 2019.
Está constatado que uno de los principales problemas que preocupan a los españoles es la falta de estabilidad política, están hartos de la crispación y muchos sienten que las instituciones se han convertido en un ring de boxeo. Por eso, habría que valorar cada vez que los políticos se ponen al servicio de los ciudadanos, cuando las personas dejan a un lado sus ideologías y entonces, pactando, la política se convierte en el arte de hacer posible lo imposible.
La insólita coalición formada en Cartagena tendrá sus virtudes y defectos, como todas, pero su principal logro es que ha conseguido que los cartageneros no nos tengamos que preocupar de los problemas que generan nuestros políticos. La crítica exacerbada se ha sustituido por la reivindicación, el ruido de los gritos por el sonido del trabajo, el simbolismo hueco por las banderas que nos unen, y la cultura de la queja por la de las soluciones.
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No podemos pensar que todo es maravilloso. El funcionamiento de los gobiernos de coalición es siempre muy complicado y en ellos, por buenos que sean los líderes o por la calidad profesional y humana que tengan sus equipos, las decisiones siempre son más lentas y difíciles de tomar; esto hace que las soluciones no lleguen con la prontitud que debieran y que los cartageneros nos merecemos.
Aún así, muchos pueden tener argumentos para criticarlo porque hay gente para todos los gustos y gentes con gustos diferentes. Pero lo que me resulta realmente sorprendente es que lo que estaba bien hace cinco años estuviera mal hace uno. Imagino que habrán cambiado de opinión. Aún pueden volver a hacerlo; rectificar, al fin y a la postre, es de sabios.