Parejas de vida
Con el Día del Libro recién celebrado recordaba qué han supuesto y cómo han marcado a mi corta vida determinadas lecturas que ya se han convertido en una pareja fiel con la que ir a dormir cada noche. También, hoy, quiero hablaros de algunos libros que nunca leeré por voluntad propia y que, menos aún, tendrán el privilegio de ver esa prenda tan íntima como es mi pijama.
Está claro que a los que nos gusta leer sufrimos el síndrome de Diógenes de los libros, porque los queremos tener todos aunque no tengamos tiempo para leerlos. Aunque eso no es del todo cierto.
Resulta que evito los que escriben, supuestamente, presentadores de televisión, los que tienen blusas con muselina en las portadas, o los que, según dicen, son el último éxito adolescente.
Voy a abstenerme también de esos ensayos que hacen al calor de la actualidad y que mantienen la vigencia de una moción de censura presentada por Ciudadanos.
A ellos añadiría los de autoayuda, los de animales, las segundas partes, las memorias de los políticos, las ediciones de lujo de lo que sea y los tratados sobre cualquier estupidez.
No penséis que odio la literatura, pero es que odio ESA literatura. La letra impresa puede hacer mucho mal o mucho bien, y ya que tengo un tiempo limitado para poder leer, prefiero emplearlo en lo mejor.
Tengo que reconocer que no podría vivir sin los libros de viaje que me transportan a otros lugares, ni sin los de historia que me hacen navegar por el tiempo, o sin los buenos ensayos de política que me hacen añorar a grandes estadistas.
Estoy enamorado de las novelas de intriga y de las históricas, de los grandes clásicos en español o del teatro de Shakespeare. Por eso, llegados a este punto, creo que los libros y la literatura son compañeros de vida que nos acompañan, osadamente, en todo momento y en cualquier lugar.
Será por eso que la primera letra de cada uno de estos párrafos forman el nombre del mayor escritor español.