Señor juez: ¡Paciencia!
Señor juez: Le escribo como justificación de un pre crimen. No creo que sea el único que a estas alturas del verano, en familia, esté escribiendo esto. Le aseguro que trato de evitarlo por todos los medios. Uno se conoce, así que, antes de estallar, he hecho todos los ejercicios de relajación que hay en YouTube, musicoterapia, biorretroalimentación, y hasta estoy dispuesto a leer a Paulo Coelho, pero sé que acabaré explotando. Y es que una casa de veraneo con hermanos, primos, bebes, tíos, hámster, perro y vecinos es una bomba de relojería.
Como puede ver no me he privado de nada. Hermano en plena adolescencia regateando horas de llegada mejor que Cristiano Ronaldo, aduciendo que nadie lo entiende, que todo es injusto, que sacar al perro es explotación infantil y que todos conspiramos contra él. Hermana que se ha declarado en pubertad y en libertad de usar shorts a la altura de las trompas de Falopio que diría Rosa Palo, que dedica más horas a su pelo que un opositor de notarías a sus estudios, que vive en el baño el tiempo que no vive en Tik Tok, y que tiene claro que lo de hacer las tareas de casa es un asco. Y he disfrutado de la tregua que me da mi hermana pequeña, la terremoto de la casa, que comparada con los otros dos pavos es Santa Teresa de Calcuta, aunque tiemblo de pensar cuando crezca. Apunta maneras.
Señor juez, además, traían refuerzos en forma de amigos inclasificables, con pelos imposibles y olor a sobaco veraniego, móviles hipnotizadores y con risas indescifrables. Al menos, hablan con monosílabos, lo que es una ventaja. Por eso, después de esta época de contacto con las futuras generaciones, quien ose criticar a los profesores me tendrá siempre enfrente. Mártires y santos son. Sólo con aguantar a mis hermanos, primos y vecinos tienen el cielo ganado.
Señor juez, aún quedan dos semanas para que vuelvan a la rutina. Por si no tengo paciencia y sí fuerzas, aquí le dejo este pliego de descargo.
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La prole. Mis hermanos y primos. Aquí parecen buenos pero no os dejéis engañar… |