Con ganas de más
Se acabó el verano. Se acabó el verano de los malditos talibanes, del récord diario del precio de la luz, del Mar Menor ahogándose, de la marcha de Messi, de la quinta ola permanente y de los menores en Ceuta. Se acabó el calor sofocante, el sudor permanente y el sol de (in)justicia. Se acabó el peregrinaje a la playa cargados de sillas, cubos, sombrillas y toallas, al parking repleto buscando sitio y a la heladería completa tratando de rescatar una mesa.
Se terminó el verano. Se terminó La Manga, Cabo de Palos y Los Nietos. Se terminó el primer trago de cerveza del aperitivo y el último mojito en el chiringuito. Se terminó leer un buen libro, al ocaso, con los pies enterrados en la arena y la brisa acariciando nuestro cuerpo. Se terminó el paseo al amanecer, el baño al atardecer y las madrugadas de vino blanco y luna llena. Se terminó jugar con las olas, perder a las cartas y desconocer la hora que es. Se terminó olvidar el sonido del despertador, el sentido de las obligaciones, el sitio donde dejé el temario y la soledad del día a día.
Se cerró el verano. Se cerró Calblanque, Percheles y La Azohía. Se cerró la mente abierta a nuevas posibilidades y a muchos planes por hacer. Se cerró el capítulo de sueños de estío, de amores de playa, de horizontes distintos, de imaginaciones que parecen reales y de realidades que parecen sueños. Se cerró el mar y la montaña, el viaje y el apartamento, el aire acondicionado y el ventilador. Se cerraron las siestas que ocupan las tardes, las dietas que no se cumplen, las barbacoas sin mascarilla y los chalets con césped y hormigas.
Se consumó el verano y lo hizo sin haberlo consumado. Y eso es lo bueno, que siempre te deja con ganas de más, como el chocolate o el sexo. Este verano se va dejando pendiente un viaje, una cena, un baño al amanecer, una conversación, un te quiero, unas risas y unas horas más de sueño. Por eso, no queda otra que seguir viviendo el verano aunque sea en otoño.
Amanecer en La Manga con el faro de Cabo de Palos de fondo |